lunes, 30 de agosto de 2010

PERSONAJE 4. BONIFACIO


Bonifacio de Jesús Rolando, el hijo del más rico hacendado de la región, nació el día del Santo del mismo nombre, quien según Doña Carmela Rolando, su madre, era el patrono de los puros y limpios de corazón, aquel que hace el bien Por eso no pudo privarse de anteponer al de Jesús, el patronímico que identificaba al noble caballero, conde inglés que se entregó a la conversión de los paganos. Todo estuvo muy bien hasta que el niño entró al colegio donde fue objeto de risitas burlonas, y cuando él defendía con obligada dignidad su nombre a través de los argumentos heroicos de su madre, venía implacable la respuesta de sus compañeros:
_Bonifacio ¡cara de batracio!
Bonifacio de Jesús, gordo, pequeño, cabezón, de miembros cortos y tronco opulento, voz atiplada, se defendía con mucha voluntad y poco garbo; cuando decía, entonando una cantaleta:
.-¡San Bonifacio, conde inglés, mártir, evangelizador, obispo -era muy desairada su defensa con aquel pitico que salía de su garganta, con unos ademanes torpes, y una gesticulación que su mamá le ponía a practicar, imitando a un predicador que tomó como modelo de un cromo adquirido en la Parroquia. Mientras tanto le recalcaba: -No hay que tener vergüenza de semejante privilegio, no llevas el nombre de cualquier santo, llévalo con orgullo y hazle honor con tu conducta.
Desesperado Bonifacio de Jesús, fue él mismo a indagar en la Enciclopedia, para conocer mejor de quien se trataba el personaje que le habían endilgado. Luego de leer toda la historia apostólica del santo se encontró con una sorpresa: aquello de patrono de los limpios de corazón, por ninguna parte. Sólo aparecía; patrono de los cerveceros. Indignado ya que su mamá, influenciada por unos vecinos mormones, había suprimido toda gota de alcohol en la casa, se presentó al colegio con un paquete de latas de cerveza que obsequió en el recreo, tomándose él las últimas.
La queja de la maestra no tardó en llegar a la casa con la amenaza de expulsión, y Doña Carmela desesperada lo interpeló:
¡¿-Pero que fue lo que hiciste!?
El, imperturbable respondió:
-¡Hacerle honor a mi nombre!

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