sábado, 21 de agosto de 2010

Paliza literaria

De verdad no quería ser impertinente. Le aseguró a Matías que no pretendía ser la fastidiosa-comprometida-tipo-furúnculo-en-zona-pudenda, pero eran un grupo y debían armarse de valor, así tuvieran que hacer múltiples sacrificios. Matías escuchaba -como quien oye nevar-, la perorata responsable de su querida Bettina. Ella era una chica amable, de esas que nos hacen cruzar la acera y ver para otro lado. Pero dentro de su optimismo, mezcla de bebida energizante con hierba tipo “paz y amor brother”, se encontraba una mujer obsesiva. Eso fue lo que realmente intuyeron siempre sus compañeros. Por eso la decisión no le hizo temblar el pulso a nadie. Aquella tarde –tres días atrás-, una de las del grupo, Leticia, convocó a una reunión en un hermoso parque para el jueves siguiente. Había decidido que era la escena perfecta. Mandó el correo electrónico con la dirección a todos los involucrados en el taller de escritura creativa, menos a Bettina. Allí los sedujo con su fraseo simple y contundente. Además, era una verdad a voces que a todos les molestaban los continuos recordatorios edulcorados y corteses de la sensible chica.
Amigos no desmayen… continúen escribiendo, sigan dándoles vida a sus personajes. No dejen que se enfríe su músculo literario. El esfuerzo hace al escritor. Besos y abrazos múltiples. Desde el corazón, Bettina
¡Ay sí, qué fastidio con esa!, respondió de primera Lucía viendo su celular. Inmediatamente le mandó un mensaje a Camila: yo llevo lo que consiga en la casa, mi marido es un hombre previsor.
Leonardo leyó el correo y una sonrisa macabra le iluminó el rostro. ¡Por fin, alguien con una buena idea!, dijo a viva voz mientras confirmaba su asistencia y su “colaboración”. Así fueron concretando cada uno hasta que el plan se urdió magistralmente. Elena se encargó de llamar por teléfono a Bettina para “avisarle” de una reunioncita chévere para ponerse al día con todo. Le indicó la dirección y colgó satisfecha. Alea jacta est.
-Amor de verdad, yo buscaba lo mejor para todos, repetía Bettina mientras su novio Matías le untaba árnica por la espalda y los costados. Muy dentro de él sabía que ella se lo había buscado.

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