domingo, 22 de agosto de 2010

My dearest Monsieur….

     Ella llevaba semanas bloqueada. Al principio, hacía infructuosos intentos por escribir. Se quedaba largas horas con el documento de Word abierto y en blanco, el indicador del cursor titilaba como el tictac de un reloj encargado de subrayar la merma de ideas. Luego se rindió y se dedicó a inventar excusas para posponer el encuentro la esterilidad.
     Él la atravesaba con sus rayos equis celestes y sus pecas de azafrán. Era capaz de leer más allá de los pretextos, y sabía que era ya demasiado el tiempo sin escribir siquiera un mensaje de texto, por eso, cual muso redentor, le regaló un incentivo.
    ¿Quién sabe?, quizás la magia de apuntar ideas, frases o letras, de modo tradicional, reviertan el ataque de frigidez literaria.
    Ella recibió el obsequio un jueves por la noche. Muchas veces antes la había visto, sabía que la usaron Hemingway y Picasso, los grandes pensadores, los intelectuales y los artistas… Era la legendaria libreta de notas Moleskine.
    Se apresuró a desentrañar el negro cuaderno del celofán que lo envolvía. Cerró los ojos. El olor a nuevo de inmediato la inundó, trasformándose en una suerte de goce místico.
    Tomó un lápiz de punta fina y comenzó a deslizarlo por el papel. Le gustaba el tacto con la hoja. Paró a pensar, comenzaron a fluir las ideas. Escribía, tachaba, borraba, intercalaba un dibujo, anotaba en el margen.
    Ella sonrió iluminada. Bajó la cabeza y comenzó a escribir.
   My dearest Monsieur…

2 comentarios:

  1. Para que Florángel me quiera otra vez!!! jejeje

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  2. ¡Qué bonito! Nunca he tenido una de esas linduras... por eso -como excusa- por haberla usado como pretexto, me parece bonito tu relato.

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