lunes, 31 de mayo de 2010

Plegarias secretas

A María Clara poco le divierte la rutina enfermiza de Teresita: 1, 2, 3 antes de cada bocado, 1,2, 3… lo que sea para evitar que él muera. Ser testigo de lo mismo ya le repugna. No entiende cuál es el afán de contar sin sentido, de cenar lo mismo día tras día, de repetir numeritos. Teresita sabe que no debe hacerlo en su presencia, pero a veces no puede contenerse; hoy es uno de esos días.


El acostumbrado cereal está en la mesa y al frente Teresita con la cuchara en la mano. Inicia en silencio: 1, 2, 3 y come, 1, 2, 3 y come... Callar no le hace bien, es que le aterroriza pensar que no la escuchen, que sus plegarias secretas no lleguen y que lo maten por su culpa. Comienza a gritar. María Clara no aguanta más, toma el plato y la atraganta para que de una vez por todas termine la cena. Hace lo que le suplican sus vísceras y huye.

“Sólo conté hasta dos” se dice Teresita, mirando el plato vacío. No le importa la leche en su rostro, no muestra rabia hacia su nana; debe terminar. Toma la cuchara y en ella va agrupando las hojuelas que terminaron en su ropa, cuello y cabellos. Cuando se da cuenta de que no es suficiente, mete los dedos en la nariz, exhala fuertemente para que salgan algunos trozos; busca en el piso, en los manteles, en la silla. Ahora falta la leche; en la mesa, en el piso, no hay casi nada. Abre la nevera y lo único parecido que consigue es suero de cabra, lo toma y vierte al nuevo mazacote. Sus labios acabados tiemblan de ansiedad, pero su pulso es perfecto, y mientras traga murmura: “tres”, rogando que María Clara no regrese a convertirla en la asesina de Pablo.

domingo, 30 de mayo de 2010

Playa Tigrillo

El barco esta anclado en playa Tigrillo. El sol se pone y se quita. Los azules se tocan con los rojos de los cerros. Los delfines, compañeros de trayecto quedaron atrás. La convivencia es grata, la música tenue. En la arena dos niñas buscan caracoles, otros juegan paleta y un par de novios están listos con careta y tubo para salir a bucear. Los arrecifes los esperan, con sus variedades de corales y peces de colores. Me entretiene verlo todo desde la popa. Me quedo absorta entre mirar el paisaje y las remembranzas de los buenos tiempos en aquellos lugares. Visualizo los momentos de disfrute, las peripecias marítimas, cuando escucho un ruido. Es el chasquido que produce el roce con el mar cuando las gaviotas alcanzan sus presas.

Volteo y sin querer soy cómplice de un coqueteo. Miro de reojo y capto un gesto entre Luis y Carmela. Un guiño de ojo de Luis y una mirada atrevida de Carmela. Percibo una mueca que no llega a ser sonrisa. Con ésta, ella demuestra cierto temor a ser descubiertos en su aventura. En ese momento el único testigo soy yo. Miro a mí alrededor para asegurarme que soy realmente la única persona que los está viendo, y lo confirmo. Los demás están en el agua o en la orilla de la playa. Una vez más me asombro con la certeza de mi intuición. Hace rato que sospecho que estos dos andan en algo, pero hasta este momento no tenía ningún indicio que me permitiera asegurarlo. Ahora mis sospechas cobran fundamento

La teta asustada


Siempre me he vanagloriado de terminar de ver todas las películas que comienzo, aún cuando sean malísimas. Hace pocos meses tuve que hacer un esfuerzo titánico para no apagar el DVD en medio de “La teta asustada”.

Hoy escribo estas líneas para confesar, algo avergonzada, que gracias a una asignación recibida en clases de narrativa, veo este film con ojos muy diferentes.

Sigo pensando que ésta película peruana es dolorosamente lenta, sin embargo, lejos de ser mala, como la tildé al principio, es absolutamente interesante.

Dirigida por Claudia Llosa, (Si. Sobrina del afamado escritor) fue nominada al Oscar como mejor película extranjera, en la más reciente ceremonia de los premios de la academia.

Trata de una joven indígena que padece una enfermedad heredada de su madre, una víctima de la violencia política ocurrida en el Perú en las últimas dos décadas del siglo XX. A través de su leche, y de los cánticos en dialecto quechua sobre las terribles historias de violaciones y terrorismo, la madre de Fausta la condena a vivir sin alma y con un feroz miedo, dentro de una burbuja de traumas.

Luego de investigar concienzudamente para que mi iceberg estuviese bien completo, aún cuando sólo le se vea un pedacito, pude descubrir un rompecabezas de símbolos visuales utilizados para darles profundidad a la trama y a los personajes.

Fausta está tan desesperada por obtener dinero para enterrar el cuerpo de su madre, que le vende sus canciones tristes a Aída a cambio de perlas. Esto se parece mucho a “La sirenita” quien también cambia su voz, por un cuerpo humano. Es de los recursos que más me gustaron.

Será esa la escena que describiré.

miércoles, 26 de mayo de 2010

No me rendiré.


Demasiado. Muy poco. Muy lineal. Muy descriptivo. Carente. Pesado…

Un viejo maloliente en un cuarto de hotel barato... corrompe a joven virgen y la lleva a la mala vida… la historia trillada la de la inmensa soledad en el mundo, que se puede ver en cámara lenta a través de las manillas del reloj… personas tan cansadas y mutiladas por el desamor…o tal vez por el amor… el terror de un alma sola padeciendo en un rincón… suicidándose en las cloacas de una ciudad roja… Debe existir una forma. Tiene que haber una manera de contar esas y tantas historias… ¡Se tiene que poder! ¡La tengo que encontrar!
Julieta Buitrago