martes, 15 de junio de 2010

Hasta nunca

     Hasta nunca, nos dijo la gerente de ventas de Hunter Douglas. Aunque su frase fue lapidaria, habíamos otros tres participantes del taller de coaching que insistimos en intercambiarnos datos paras futuras comunicaciones o reuniones. 
Un año después debo admitir que tenía razón la gerente. El único que ha escrito ha sido el facilitador del taller ofreciendo nuevos cursos y con un interés netamente de mercadeo. 
Todavía trato de figurarme el porque de aquel silencio comunicativo. Si el taller fueron dos días apasionados, hasta masajes entre los participantes nos hicimos, bailamos y en algunas dinámicas el protagonista quedaba desnudo ante todos. Una situación inimaginable  tan solo 24 horas antes. ¿Qué pasó luego de tal intimidad? He llegado a pensar que quizá fue eso, demasiada intimidad con personas extrañas que si de alguna manera se acercan a nuestro circulo personal, pudieran romper un equilibrio que involucra el trabajo, la pareja, las relaciones. 
Año y medio después comencé otro taller y de nuevo me pregunto si se repetirá el silencio. Este taller es de escritura y considerablemente más largo. Sabemos que al escribir nos desnudamos de a poco, no al estilo striptease, nos mostramos entrelíneas.
En este taller no hay masajes, ni bailes -todavía- pero sin duda los otros escritores empiezan ya a influir con sus comentarios, con sus escritos en la forma como me aproximo a mis escritos. Esto ha sido lo que más aprecio del taller, por eso en unos años cuando hayamos departido por otros derroteros, podré decir como en aquella frase “we always have Paris”, siempre tendremos los blogs.

3 comentarios:

  1. Nacho, no sé que ocurrirá en el futuro con el grupo. Lo que si creo es que este blog permanecerá. La idea de tener un espacio donde podamos leernos es fascinante.

    ¡Gracias por el esfuerzo puesto en este proyecto!

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  2. Si ellos no escribieron más era porque no eran escritores. El que no nos desvistamos en público es porque no lo necesitamos pues nuestros textos están desnudos e iluminados en el paredón y enseñan mucho más de nosotros que nuestra propia piel. Lo de los masajes es más sutil pues son en pleno centro de nuestro ego cada vez que decimos por ejemplo: “Nacho: ¡Qué bien escribes!”
    NS

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