domingo, 20 de febrero de 2011

Recuerdo de un anillo

Quería alagar a mis visitantes cubanos con esa invitación. En honor a sus atenciones, en mis viajes a la isla y a Europa. A pesar de mi estrechez económica en esa época, aquella cena debía ser ¡memorable!

Elegí la marisquería por la promesa de una carta exquisita y por mi deseo de que Yamila, mi hermosísima amiga y única fémina del grupo, saboreara su comida favorita. La mesa para 4 estaba al fondo del restaurante. Ideal para poder conversar. Además sentado frente a Yamila, disfrutaba de la mejor vista del lugar.

En un momento hacia el final de la velada, noté agitación en la mesa contigua, donde dos parejas cenaban. Los hombres comenzaron a mirar por debajo de la mesa, buscando algo, mientras una de las mujeres tranquilizaba a la otra, que estaba al borde del llanto. No pude evitar involucrarme, y me encontré mirando desde mi silla, por lo bajo de mesones y aparadores cercanos.

De repente, un reflejo luminoso captó mi atención. Abandoné mi mesa y me dirigí hacia el aparador recostado a la pared. Allí debajo lo encontré. Era un diamante impresionante, montado sobre un anillo de oro macizo, cuyo aspecto y peso garantizaba un alto valor. Me dirigí hacia la dama llorosa y le pregunté: “¿es esto lo que buscan? Ella me miró con ojos anegados, que pasaron de la tristeza, al asombro y luego al agradecimiento, en segundos.

Uno de los hombres que la acompañaban, me agradeció y comentó, que por acciones como esas, él seguía teniendo fe en la gente. Retorné a mi mesa. Mis amigos no entendían qué había pasado. Les conté lo sucedido y comenzaron a bromear, imaginando las implicaciones económicas del hallazgo.

Pedí la cuenta. Pero en su lugar nos trajeron una botella de espumante y la noticia de que, tanto la botella como la factura de la cena, habían sido pagadas por el dueño del anillo. La celebración se prolongó, para tomarnos una segunda botella pagada por mí.

¿Por qué devolví el anillo? Cuestión de principios. Además, la joya más hermosa de la velada ya estaba en mi mesa y tampoco me pertenecía. La bella Yamila me visitaba con su esposo. Su sola presencia, y la mirada de admiración por mi honestidad eran mi recompensa. Me sentí su héroe esa noche, para mí al menos, ¡memorable!

2.200 caracteres
Basado en un hecho real.

2 comentarios:

  1. Estupendo relato. Me gusto que lo hicieras en primera persona, un reto nada fácil en este caso. Se nota mucha madurez. Felicidades y gracias por ese regalo.

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  2. Jeanette: me gustó. Muy fluído y de lectura agradable...El último párrafo memorable

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