lunes, 21 de febrero de 2011

Gracias por todo


La noche caraqueña se prestaba para un escape: despejada y sin luna. El restaurante a pesar de la hora no estaba lleno. Luis consideró que La Castañuela era una excelente opción para lucirse con sus invitados.
Aunque Frank le prometió compartir la cuenta del restaurante, Luis sabía que el pago le tocaría a él. Temprano llamó al banco y verificó los saldos de las tarjetas de crédito. Entre ambas podría pagar una cuenta razonable.
Se instalaron en una mesa cerca de la barra y Yamila lucía un vestido tallado en negro. Todavía Luis no creía como había podido casarse con Gerard. –el hambre mi hermano- le habría dicho Frank, cuando entre tragos evocaban las noches en Varadero.
Gerard es un lánguido diplomático de la extinta Yugoslavia, en una asignación en la Habana años atrás conoció a la modelo Yamila Lozada de la casa Maison. Se casaron y la sacó de la Isla como dice Frank, su  coterráneo, que se vino a Venezuela y  es el acompañante de Luis en rumbas y despechos.
           En la mesa de al lado celebraban a lo grande, descorcharon una segunda botella de champaña.  Dos parejas de señores vestidos de gala: ellos smoking y ellas trajes largos. Frank aprovechando el ambiente pidió también una botella. Para Luis, el monto razonable quedaba atrás.
          Brindaron por el reencuentro. Las burbujas tuvieron efecto y Luis no se preocupaba por la cuenta, ahora quería bailar de nuevo con Yamila, quizá arrinconarla y recordarle Varadero. Un piano de fondo cortaba cualquier baile. Gerard hablaba del Avila, quería comer carne en vara y Frank prometiendo un lugar en las afuera de la ciudad. La pareja se besaba, Yamila estaba radiante. Luis se fue al baño, no había nada que hacer.
         Cuando volvió, Frank había pedido una botella de vino tinto. Sirvieron carpacho de salmón, chistorras y el pulpo a la gallega. Habían comido de la famosa tortilla y esperaban por unas calamares rebosados. Luis sintió náuseas y perdió el apetito. Llantos y gritos en la mesa de al lado interrumpieron sus cavilaciones.
 Miraba al suelo cuando vio el anillo. Un diamante incrustado en el aro de oro, una joya. Luis lo cogió y de inmediato comprendió el ruido que tanto lo molestaba, el anillo pertenecía a unas de las mujeres de la otra mesa.
La mujer llorando cogió el anillo con las dos manos, el esposo abrazó a Luis y le dijo: todavía hay esperanza en el mundo. Luis apenas oyó las gracias de la señora que observaba el anillo incrédula.
Luis no comprendía el hallazgo y unos aplausos se escucharon de fondo.
A la mesa llegó una botella de champaña y la cuenta había sido pagada. Frank con su acento isleño dijo: con esa joya se arregla una vida.
Libaron la última botella. Salieron los cuatro, Gerard detuvo un taxi y Yamila al despedirse de Luis le da un beso en la mejilla y le susurra: gracias por todo.

2782 caracteres

3 comentarios:

  1. Lo que más me gustó fue que sentí que estaba sentada en un rincón del restaurante viendo la escena. Me olió a comida y escuché música

    ResponderEliminar
  2. Excelente relato y como dice Irene nos acerca al sitio con sus sonidos, olores y sabores. La lectura fue sabrosa y divertida.

    ResponderEliminar