domingo, 14 de noviembre de 2010

Josefita

Josefita Campos nació inesperadamente, faltaban dos meses para cumplirse el tiempo reglamentario cuando irrumpió de súbdito dentro de un carro y en pleno viaje por la carretera vieja de La Guaira. Era la sexta de los hijos del matrimonio que desde hacía un año vivía a la orilla del mar pues el padre, galeno, pasó a trabajar en el hospital de esa ciudad. Afortunadamente su profesión ayudó en las circunstancias y una mantilla que Milagros llevaba cuando viajaba a la capital, cubrió a la niña.

Baja de peso como era de esperar, Josefita, se convirtió en la miniatura de la casa a quien todos consentían La amamantó una holandesa pues Milagros tuvo trastornos a raíz de lo violento del parto en plena carretera.

Creció con lentitud pero con armonía, en ella todo era pequeño aún cuando alcanzó la edad adulta, convirtiéndose en una bella jovencita siempre con aire más de niña que de adolescente. Era llamativa para todo el mundo por su singularidad, decían: es como una muñequita, es un “bibelot”.

No obstante entre el consentimiento de la familia y la pérdida de Lenche, la nodriza holandesa, cuya separación no superó nunca, Josefita desarolló un carácter quejoso y regañón, y una rigidez de conciencia que caía en lo medioeval. Esto no atraía fácilmente a las “conquistas”, a quienes espantaba con su modo de ser. Sin embargo no dejó de tener sus enamoramientos, un estudiante de medicina a quien terminó rechazando porque consideraba que los orígenes europeos del joven entorpecerían la convivencia conyugal: -Pensamos distinto- afirmaba con convicción- para después de la ruptura no recuperarse nunca. Y luego fue cortejada por el viudo de una prima, entonces huyó de la relación porque no se vería bonito, sería una falta de gusto y consideración con la difunta y sus hijos.

Así la vida la sorprendió a los cuarenta y cinco años sola y repleta de nostalgias, soñando con lo imposible y lamentándose de su mala suerte. Y si su carácter era agrio, ahora se desahogaba mandando arbitrariamente a todo aquel que se le cruzara: los sobrinos, sus hermanos, las domésticas, el chofer, el jardinero, y hasta a su propia madre, Milagros, convertida en una dulce ancianita a la disposición de sus caprichos.

Todavía a sus cuarenta años y a pesar de su discreción, llamaba la atención por lo bonita y bien arreglada no obstante la monotonía: camiseros de piqué o seda natural, hechos a la medida por una modista italiana, zapatillas talla treinta y uno y medio, también encargados a un virtuoso del cuero; un pelo como copo de nieve dadas sus prematuras canas, impecable corte gracias a las manos de prestigioso peluquero Sus uñas almendradas, en una manitos de dedos finos vestidos de discretos y elegantes anillos.

Se había hecho cargo de la casa materna y en ella recibía con lujo y distinción a la familia, entonando en las sobremesas sus

Tardíamente tomó clases de manejo y compró un WW tan pequeño como ella, en él recorría la ciudad siempre en el canal equivocado y a velocidades extremas, con la suerte de no haber conocido lo qué era un choque, aunque sí los insultos de transeúntes y choferes.

Siempre pendiente de la moral y de la salvación de aquellas almas en peligro, espiaba a toda mujer arias predilectas con una voz de mezzo soprano digna de los más justos elogios.

cercana, desde las sirvientas hasta las féminas de la familia, y cuando sospechaba o descubría algún paso en falso, montaba el tribunal y se erguía en juez para condenar los pecados cometidos. Así pasó a la historia de los Campos, como la inquisidora del amor.

5 comentarios:

  1. Hola, amiga, me encantó tu escrito. Revisa que se te saltaron unas lineas. Donde dice "entonaba sus..." la continuaciónaparece repentinamente dos párrafos más abajo.
    Muy buen cuento, tienes material base para convertirlo en novela...creo que debeerías trabajar en ello. Me encantó pero...se acabó uy rápido.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Divertido, coherente... Como comentan arriba, el salto de algunos pedazos de párrafos y también, mencionas que Josefita tiene 45 y al describirla abajo le pones 40. Seguramente ella preferiría 40, pero dado el hilo que le veo a la historia, 45 es más contundente para sus circunstancias y descripción. Me gusta mucho, cuenta más...

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  4. Y en lugar de súbdito, supongo es súbito

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  5. Eleo! Qué disfrute tuve con tu relato de Josefita....Te botaste!
    Comentaremos personalmente...

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