lunes, 11 de octubre de 2010

MIGUELINA LA GALLEGA

Miguelina, Migue o La Gallega, es una gallega de pura cepa, nacida en La Habana, Cuba y cuya fecha de nacimiento es una incógnita. Según su pasaporte nació el 11 de octubre de 1922, pero ella insiste en que esa es la fecha de nacimiento de una hermana con el mismo nombre que falleció a los pocos meses de nacida. Igual nunca ha tenido idea ni le ha interesado saber cual es su verdadera fecha de nacimiento ni su edad pero se concluye que nació hacia 1925.
Es la cuarta de los cinco hijos de Benito Pereira y Josefa Alonso y la única que nació en La Habana. Su padre era un excelente ebanista y por eso viajo con toda su familia a Cuba. El trabajaba para una familia, muy rica y poderosa, tallando puertas, ventanas y balaustradas en caoba. Algunos detalles hacen pensar que una casa que se mantiene casi intacta en el sector de El Vedado, La Habana, con casi todos sus enseres y mobiliario, haya sido precisamente la de esa familia. Dicho palacete pudo sobrevivir a la revolución y hoy en día es la sede del Museo de Artes Decorativas.
El nacimiento de Miguelina coincidió con el de uno de los herederos de la familia y su mamá automáticamente pasó a ser la nodriza del recién nacido. Eso le trajo problemas en su vida familiar y especialmente en su vida de pareja, ya que pasaba mucho tiempo dentro del imponente palacete.
Los Pereira vivían en una casita en los terrenos de la propiedad para facilitar a Josefa su desempeño como nodriza. La gota que rebasó el vaso ocurrió una tarde cuando Benito encontró a su mujer sonriéndole al dueño de casa. Esa misma noche Benito decide dejar su promisorio porvenir en Cuba y regresar a Galicia a ocuparse de su finca. Como buen gallego era extremadamente terco y ni su mujer ni nadie pudieron disuadirlo, ni siquiera el hecho de que su bebita aún no tuviera documentos. De hecho, al llegar al pueblo de Lalín en la provincia de Pontevedra, nunca se molestaron en registrar a la niña que había sido bautizada con el mismo nombre de su hermanita fallecida.
A los pocos años de haber llegado a Lalín, Benito muere de pulmonía. A duras penas, trabajando arduamente en la finca, Josefa logra sacar a su familia adelante. Al comenzar la guerra civil, los hermanos mayores de Miguelina, Benito y Delfín se ven obligados a irse a luchar. Toda la familia es franquista.
Todas las hermanas se casan menos ella. En el año 1957 toma la decisión de venirse a Venezuela con su sobrina Ofelia y su esposo Manuel, que estaban recién casados. Zarpan de Vigo en el Irpiña.
Apenas llegó al país se empleó con una familia cuyos niños la adoraban pero la patrona era insoportable y la humillaba. Una tarde, desesperada hace su maleta y llorando, decide abandonar ese trabajo. Viene a tocar la puerta de la Quinta Dalia en La Floresta y se topa con una pareja con dos niños pequeños. Una niña de dos y un varón de casi uno. Inmediatamente al ver que la señora no se da abasto con los dos niños se pone a ayudarla, dándole de comer al bebé que además de fiebre tiene brasa. El bautizo del bebé ha sido suspendido nuevamente. Esta vez el padrino, el general Llovera Páez, está complicado por la situación del país. La señora estaba agotada por la falta de ayuda y Miguelina le inspiró confianza desde el primer momento. La entrevista consistió en una sola pregunta:- ¿Puede comenzar a trabajar de una vez? Ella accedió de inmediato pues esta señora le gustaba; sencilla amable, y educada, era todo lo contrario de su antigua patrona. Miguelina hace saber que está dispuesta a realizar cualquier labor menos cuidar niños. Pareciera que hubiera dicho justamente lo contrario pues lo que más y mejor ha hecho a lo largo de más de cincuenta años es precisamente cuidar niños. Ha sido otra mamá para los cinco hermanos Salas Roche y sus dieciséis descendientes.
Además de cargadora, ha sido psicóloga infantil, consejera familiar, maestra, médico, entrenadora de perros y hasta negociante y vidente. Su sabiduría campesina y sexto sentido la hacen un personaje fuera de serie. No solo ayudó a criar niños sino también perros y hasta pollos y conejos. A los perros les hablaba y la obedecían al pie de la letra. La primera fue Chispa, un cruce de Pomerania con Pequinés, después Canela, de raza salchicha, que pasó la mayor parte de su vida metida debajo de los gabinetes de la cocina o ladrando a cualquier persona que osara acercarse a la reja de entrada, Monsieur a quien llamaba Mishé y finalmente Susi, una Golden un tanto atarantada. A todos los crió más o menos con el mismo patrón. Como vivíamos en calle ciega y prácticamente a puertas abiertas, los acostumbró a que salieran y entraran de la casa para hacer sus necesidades en las áreas verdes. La cría de conejos comenzó cuando se trajo del Junquito una coneja para cruzarla con uno que habíamos traído de una verbena. Con ayuda de obreros de una construcción cercana construyó una conejera en el cerro y empezó la cría de los mismos. Nunca llegamos a consumirlos pero ella hacía trueque con el pollero, el frutero y hasta el heladero.
De las cosas que mejor recuerdo eran los paseos que hacíamos algunos sábados al recién inaugurado Parque del Este. Caminábamos desde la Calle El Samán, ya que había una entrada lateral muy discreta, a la que se accedía por un puente sobre una quebrada, por donde entrabamos gratis los que vivíamos en la Floresta. Casi siempre nos preparaba picnics que se llevaba en uno de esos maletines plásticos de línea aérea, muy típicos de la época. Recuerdo clarito las tiritas de carne a la plancha que se llevaba envueltas en papel aluminio, pues aún no habían llegado al país los Tupperware y que nos comíamos con palillos y más aun la botella de colita Grapette o Green Spot medio congelada que debíamos compartir entre los tres hermanos; pasábamos más tiempo tratando de que la repartición fuera equitativa que tomándonos la muestra de refresco. Más de una vez nos fuimos caminando al Club Altamira. Uno de sus lugares favoritos era la playa, adoraba ir a Puerto Azul, bañarse con nosotros en el mar, hacer castillos de arena, recoger uvas de playa, llevarnos a pescar al muelle en las tardes y luego a las 7pm, después de la cena, llevarnos al cine. Por nada del mundo se perdía las películas de Marisol, Marcelino Pan y Vino o las de Joselito. Muchas de ella estaban ambientadas en la España de su infancia. Todo éstos rituales los repitió con sus nietos en el Club Camurí y de hecho aún disfruta la playa pero no como antes, sospecho que porque no tiene niños chiquitos que cuidar. Ojalá pueda disfrutar pronto de algún bisnieto.
Sus diagnósticos fueron mejorando con el paso de los años. Cuando mi hijo Alfredo Ignacio tenía unos tres meses anunció que estaba muy duro y que tenía que hacerle gimnasia y hasta me dio ideas para que le hiciera ejercicios. Ni yo que soy terapista del lenguaje ni la pediatra nos habíamos percatado del asunto hasta ese momento. Cuando le dije que lo había hecho ver por un especialista, el Dr. Cuevas, me dijo que para qué si ya ella se había dado cuenta y me había explicado que tenía que hacer. Cuando el niño cumplió un año me fui de vacaciones y se lo dejé con todos los remedios, incluido vaporizador y hasta supositorios para la flema y la tos. Al cabo de una semana, me lo entrego curado y con instrucciones de no darle más leche de vaca. Para mi se trataba prácticamente de un milagro pues el niño había venido sufriendo de otitis y bronquitis recurrentes desde los 4 o 5 meses. A mi hermana Maru, le causaba mucha gracia que su pediatra, Tony Manrique, entre echando broma y en serio estuviese interesado en conocer la opinión de la Gallega a cerca de la dolencia del niño traído a consulta.
Merece un párrafo aparte el asunto de la horrible verruga en el dedo de mi hermanita Alexandra, la menor de todos los hermanos. Resulta que el tío Armando, dermatólogo de cuando las especializaciones se hacían en París, ya se la había cauterizado en dos oportunidades sin mayor éxito. La niña estaba aterrada con la perspectiva de una nueva visita al consultorio, pues el tío no tenía ninguna psicología. Ella recuerda claramente a mi mamá diciéndole con su pronunciación ligeramente afrancesada:- Mamita, eso no te va a doler casi, es rapidito-, a lo que el tío interrumpió para reclamar a mi mamá. -¡Pero Bijou: Cómo vas a engañar a la niña! Claro que le va a doler! Este procedimiento es sumamente doloroso. En el dedo están todas las terminaciones nerviosas!- En esta oportunidad Miguelina, cual hada madrina, también logró curar a la niña. Sencillamente se dedicó a colocarle savia de una mata de lechosa que ella misma había sembrado en la entrada de servicio, y a proteger la verruga con una curita. Al final se la terminó arrancando, ya seca, con un adhesivo más fuerte. Aún no habían salido al mercado las curitas medicadas para eliminar verrugas del Dr. Scholl!
Hay detalles que tal vez mi mamá nunca supo y que yo definiría como las travesuras de Migue como por ejemplo que le metía miedo a mi hermano Fran, porque le daba mucha guerra para comer, con Pedro Jurjullo. Casi lo mata del susto una noche que estaba particularmente inapetente y se puso de acuerdo con Cándida, la otra muchacha que trabajaba en la casa para que intentara darle de comer y lo distrajera, para ella asustarlo través de la ventana de la cocina con un paño oscuro y un horrible rugido. También casi todas las Navidades nos contaba como había tenido que interceder con San Nicolás y el Niño Jesús para que no le dejaran carbones a mi hermano. Todo esto era con la esperanza de que el niño empezara a comer. Recuerdo también su viejísimo misal con las ilustraciones pintoreteadas por mi donde nos mostraba y nos daba sus interpretaciones a cerca del mismísimo diablo con cachos, lanza y hasta los pecadores consumiéndose en las llamas. Nada de esto nos creo ningún tipo de traumas, tampoco las nalgadas o coscorrones que nos llegó a dar en alguna oportunidad.
De las cosas más tristes e injustas que recuerdo fue su primer viaje de vacaciones a Galicia. Ella quiso ir en barco y mamá fue a despedirla al puerto de La Guaira, mientras nosotros estábamos en el colegio. Partió por tres meses con mucha ilusión. Después de diez años iba a reencontrarse con su familia. Resultó ser que la mamá estaba tan emocionada que murió de un infarto y tuvo que ser enterrada tres días antes de que el barco atracara en Vigo. Fue algo terrible para todos.
Miguelina es la persona más leal, noble y trabajadora que he conocido en toda mi vida.
Su bondad y su capacidad de entrega no tienen límites y estoy segura que su coeficiente intelectual debe ser altísimo. Su intuición es algo impresionante; le sirve para detectar desde enfermedades hasta embustes y embarazos. Aunque se ha “amansado” su carácter es fuerte y dominante. Le encantaba darle órdenes a mi papá sobre lo que podía o no comer, ya que era en lo único en lo que lo podía mandar.

Nunca le conocimos ningún admirador, aunque estoy segura que debe haber tenido unos cuantos. Sencillamente su prioridad en la vida era ocuparse de nosotros. Sin ser particularmente bella tenía mucha chispa y picardía, sobretodo en su mirada color miel. Para mí, lucía más andaluza que gallega, con su piel morena y su pelo negro azabache que aprovechaba para cortarse cada vez que el barbero iba a casa a cortarle el pelo a mi hermano. Jamás se pintó el pelo y definitivamente tampoco se dio mala vida con el arreglo personal, aunque cuando nos acompañaba a las piñatas o salía los domingos lucía impecable. Dudo que en más de cincuenta años se haya comprado por iniciativa propia una prenda de vestir y menos aún un accesorio. Mi mamá y ahora mis hermanas y yo nos ocupamos de que nunca le falte nada. Las únicas veces que creo que se ha preocupado por la vestimenta y le pedido a su sobrina que le confeccione un vestido ha sido en ocasión de nuestros matrimonios. Su personalidad compensa con creces su baja estatura a la hora de hacerse sentir y respetar. Ella se ha ganado el aprecio y el cariño de todos nuestros familiares y amigos y por supuesto de todos los hermanos Salas Roche que la consideramos nuestra otra mamá.

1 comentario:

  1. Hola compañeros
    Me llamo Pablo Hoyos, poeta residente en Mexico.
    Te cuento que estoy trabajando en un proyecto teatral
    con poesia venezolana y pues estoy tratando localizar poesia de
    -Yolanda Pantin
    -Salvador Garmendia
    -Rafael Cadenas
    -Andres Eloy Blanco
    -Leonardo Padrón
    -Sonia González

    Ojala y puedan ayudarme tanto orientandome a nivel de webs o si tienes tú poemas copiados o escaneados.
    Mi mail es memorrocoy@gmial.com
    y mi blog es www.hartuhitza.blogspot.com
    Espero tus noticias, saludos cordiales
    Pablo

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