miércoles, 24 de febrero de 2016

El círculo de la vida

El circulo de la vida

-        Paul, en honor a la Amistad que tuvimos, prefiero dejarlo hasta aquí.
-        Pero, ¿Por qué? ¿Qué te pasa? Es que… acaso… ¿dejaste de amarme?

Decidí aprovechar la oportunidad. No recuerdo exactamente las palabras. Solo la expresión sombría en su rostro, la mirada de dolor, que se fue transformando en rabia, en sus ojos rasgados. Porque sus ancestros quechuas habían aportado a su estampa, la postura arrogante y la mirada expresiva, que podía acariciar, seducir, pero también matar.

Así que terminé la relación que por casi 4 años tuvimos. Me aburrí de esperar a que se decidiera a madurar. Me cansé de soñar  con pasar de las palabras a los hechos. Más nunca supe de él. Mis padres decidieron emigrar poco después a los Estados Unidos, y tras retomar mi vida, mis estudios y trabajo, ya no volví a pensar en él.

Bueno, quizás de vez en cuando. Como el día que me casé con Arthur, el día en que nacio nuestro hijo Sebastian. Y hoy. Hoy, de lo más extraño. Sin ninguna razón aparente. Como cuando mi madre salía con una pregunta, o una anécdota fuera de contexto. “Es que lo recordé en este momento”…, solía decirnos.  Es en estas ocasiones, cuando me siento heredera de mi madre. Y que el tiempo hace que esa herencia se evidencie en nuestro cuerpo, y en nuestros pensamientos.

“Bueno”, me digo a mi misma: “Basta ya de añoranzas. Pon atención, que se te va a quemar la comida”. Estoy preparando la causa de pollo. El plato favorito de mi Sebastian, quien llega hoy a visitarnos desde Philadelphia.

Y es que, siguiendo la torcida costumbre americana, el chico aceptó la oferta de trabajo más lejana de casa, de las muchas que obtuvo al graduarse de la Universidad Estatal. ¡Habiendo tanto trabajo aquí en Texas! Pero el afán de independencia pudo más que las comodidades de nuestro hogar. O el propio amor por sus padres, o por la comida peruana… Ni modo.

Ya está todo listo. La comida preparada, la casa limpia y arreglada, flores en el “foyer”. ¡Arthur hasta bañó al perro! Ya escucho el ruido del auto aparcándose frente a la casa.

Pero Sebastian viene con alguien. De espaldas, la larga cascada de azabache brillante, ondula con los movimientos de la joven. Es obvio que la chica es especial para Sebastian. Si no lo fuera, no la abría traído a casa hoy, en su primera vacación tras comenzar su trabajo. Y ¿para ella? También él debe ser importante. Viajar desde Philadelphia hasta acá solo se hace por una razón o un deseo muy importante. El viaje es largo y un tanto pesado.

“Pero ¡otra vez estas absorta en tus pensamientos! Pon atención a la chica” me digo.

Y es entonces cuando me reencuentro con los ojos rasgados. Con la mirada poderosa que transmite energía, vitalidad, amor. Reconozco esa mirada.

-        Mamá, te presento a mi prometida. Sus padres son peruanos, como tú.

-        Encantada señora María. Me llamo Paulina.

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