El dueño del abasto detrás de la caja registradora en una muestra de malabarismo aparece una chupeta y sin mediar palabras se la da a la niña. Es alegría inmediata. La madre que sigue sacando productos del carrito sonríe, ya le tocará esperar la cuenta. El dueño del abasto sólo ve a la niña, la madre sabe en quién está pensando, todos en el barrio lo sabemos.
No intervengo y comienzo a guardar: los enlatados y cajas primero, el pan aparte, cada uno en sus respectivas bolsas. Hay tres o cuatros niñas que le hacen poner esa cara al portugués como le decimos aquí. La madre está pendiente de cuanto tiene que pagar, decide dejar el atún y devuelve otra lata. El resultado de la pantallita en la registradora coincide con su quincena y paga, ya sé que no recibiré propina. La madre como puede agarra las seis bolsas y se va caminando mientras la niña devora la chupeta que esta vez era de color morado.
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